“No… mañana no es posible que hagáis la aproximación, y menos aún cima al día siguiente, viene una inestabilidad meteorológica muy fuerte…”
-Quizá sea difícil describir con palabras, las caras que se nos quedaron, cuando recibimos tal noticia en castellano pero con acento francés, por parte del Gendarme que nos recibió amablemente en la Casa de la Montaña de Chamonix.
Fue un jarro de agua fría, helada como recién sacada de un Glaciar. Caras de resignación, cada uno ensimismado, dando vueltas a su cabeza, yo sentado en la mesa sin saber que hacer o decir, o prácticamente sin querer oír el resto del parte meteorológico.
Acertar que un día va a haber buena meteo con meses de antelación, es una utopía, como tirar una moneda al aire… y es lo que tuvimos que hacer en su momento. Para la reserva de un refugio de alta montaña, el cual se agota en horas el día de apertura de las ventanas de reservas. Así que sí, El Montblanc no quería, nos estaba dando la espalda.
Como era posible? No era justo, tantos kilómetros de viaje, tantos meses de entreno, tantas horas de aprendizaje, los pasos correctos para una correcta aclimatación y tanta ilusión desbordada que se caía en un momento.
Ahora entendía aún un poco más a todos los profesionales, que se recorren miles de kilómetros en avión, invierten su tiempo y dinero, lejos de sus seres queridos, y a veces no se pueden menear siquiera del campo base, sin que la montaña les dé una mísera oportunidad.
No nos quedó otra, una llamada de teléfono hasta los 3.800m. de altura del Refugio de Gouter para anular la reserva que teníamos para dormir al día siguiente, y con ello también perder parte del dinero de adelanto en concepto de reserva.
Los siguientes días aprovechamos para hacer alguna que otra actividad, con resignación y casi a la par de aceptación, vimos que las previsiones fueron inequívocas, esos días nevó y precipitó en altura, el peligro de desborde de torrentes era grande. Fue un poco como, “mal de muchos, consuelo de tontos…”
En el fondo, la cabeza no dejaba de darme vueltas, tan solo quería una oportunidad, poder intentarlo. Si la montaña me ganaba, o me echaba para atrás por cualquier factor, no pasaría nada. El Montblanc iba a estar siempre ahí para intentar subirlo; Pero solo eso, “he de intentar subirlo”. Llegó la luz, primero en modo de previsión, una ventana grande de casi tres días consecutivos se aproximaba, y la idea surgió con fuerza en mi cabeza: “Por que no subirlo desde abajo?”, como es normal, tan solo recibí un OK por parte de un compañero. La idea era lo que es, una idea irracional, una bilbainada, una revancha…
Acordamos que los otros tres compañeros, subirían al campo base de Tete Rousse a 3.100m. a pernoctar con tienda, y en el transcurso de la noche, nosotros llegaríamos para juntarnos y acometer la subida. La idea era bastante más lógica y con más posibilidades de Cima, pero personalmente la descarté por presupuesto y por tener que comprar todo ese material que yo ya tenía en casa. Mirando el calendario y con la previsión meteorológica en la mano, lo vimos claro.
La madrugada del Martes era “El día D.” La escalada tenía que empezar el Lunes.
Ese mismo día por la mañana, bajamos a los otros tres compañeros bien temprano, hasta el teleférico de Bellevue, desde ahí enlazarían con el Tren de Cremallera del Montblanc, que te deja a 2.300m. en Nid d´Aigle. Para comenzar desde allí la subida a Tete Rousse, la vía más famosa hasta la cima, la “Voie Royale”. Nos despedimos, les deseamos suerte y nos dijimos “nos vemos en unas cuantas horas”. El resto del día lo aprovechamos, únicamente para descansar, hidratar y acumular kcalorias para lo que se nos venía encima…
La hora de partida desde Les Houches, 1.050m. que habíamos estimado eran las 19:00pm. Para ir cubriendo a unos 400m+ de desnivel por hora, era un ritmo cómodo pero tampoco lento para llevar más de 10kg de peso en la espalda, llegaríamos sobre las 00:00 al Campo Base y allí nos reuniríamos con nuestros compañeros. Recibimos una llamada telefónica poco antes de iniciar, se notaban los nervios. Nos miramos, nos convencimos y arrancamos.
La primera parte de la subida era bastante bonita y a la vez agradecida, típico sendero alpino, que zigzaguea y se eleva rápidamente del valle. La conversación era fluida, llevábamos alegría y motivación en la voz, así que la primera hora se nos pasó rápidamente. Chequeamos el GPS y habíamos ascendido casi 500m+, quizá hasta demasiado rápido, sin la sensación de haber apretado los dientes en ningún momento, Chamonix comenzaba a oscurecerse.
Dos horas de caminata, con sus respectivos 500m+ y nos plantamos en la primera parada “larga”. Col du Mont Lachat, 2.070m. Aquí existe parada del Tren de Cremallera, vemos como en la caseta alguien hace una hoguera, comienza la noche y aunque no fría, seguro que lo agradecen. Un “click” en la cabeza, para conectar los frontales, comienzan a ser necesarios, echamos en falta la luna llena que hay justo estos días, pero se ha escondido para nosotros esta noche.
Recorremos la parte más fea de todo el recorrido, el camino transcurre paralelo a la vía del tren, el avance es tedioso, entre piedras, vías y bloques hormigón e incluso evitamos algún que otro túnel por la derecha hasta dar casi por sorpresa con Nid d´Aigle, 2.360m. Aquí termina la vía del tren, y de aquí han partido nuestros compañeros horas antes. Una hora nos lleva subir tranquilamente desde ese punto hasta Cabagne des Rognes, 2.768m. Salvando sus 400m+.
Aprovechamos para realizar otra parada larga, comer e hidratar. La noche que hace es espectacular, no hace frío, ni pizca de viento, estamos subiendo en camiseta, en los Alpes, cercanos a los 3.000m. de noche, Era impensable… Inmortalizamos el momento, llevábamos un exceso de euforia considerable.
Desde aquí hasta Tete Rousse, se pasa primero por una planicie rocosa un poco caótica, la orientación nocturna en este punto nos cuesta, a pesar de llevar el track en el GPS y que haya marcas rojas en todo el recorrido.
El avance sigue fenomenal, “3.000m.!!!” Le grito a mi compañero, esa siempre mágica cifra, consulto mi reloj, cuatro horas de ascensión, vamos perfectos.
Nos ponemos rápidamente a pie de Glaciar de Tete Rousse. El día anterior nos habían avisado, la posibilidad de calzarse los crampones debido a la hora que subíamos y la existencia de hielo. Consultamos el estado de la nieve desde “un balcón” y nos ponemos los crampones para cruzar el pequeño glaciar que da acceso al Refugio y su campo base. Campo Base de Tete Rousse, 3.170m. 5 horas de caminata. Casi 10minutos nos llevó encontrar la tienda de campaña de los compañeros. Pese a que nos enviaron una foto de la localización el día anterior, la noche y la cantidad de tienda nos desconcierta. Toc-Toc!!! “Bonjour, Oh là là, le Montblanc!!!” entre eso y el haz de luz de los frontales, salieron algo desconcertados de sus sacos. Pero la noche lo merecía, la luna comenzó a asomar por encima del Aguille du Gouter.
Aprovechamos para comer e hidratar, mientras tomaban posición. Desde este punto, son casi 700m+ de desnivel en menos de kilómetro y medio. Es una pared casi vertical.
Pasamos la famosa bolera, el Grand Couloir o el corredor de la muerte, como le gusta llamarlo a los franceses. Apenas 30metros de pasillo en el que caen riadas de piedras cada rato “aleatoriamente”. El nombre de bolera parece el más acertado, hace falta poca imaginación para averiguar en este caso, quienes son los bolos…
Superado este punto, iniciamos la trepada a Gouter, la cual está bien equipada, con cables de seguridad a los que agarrarte para facilitar la progresión. Vamos “disfrutando” en esta durísima subida, miramos para atrás y vemos que vienen algo más rezagados los compañeros, el camino no tiene pérdida, a parte que con seguir la estela de luces que llevas por encima de diferentes cordadas, vas al mismo sitio sin equivocación, nos decimos que les veremos un poco más adelante.
En apenas 1:40h. Nos quitamos de en medio la trepada, y aparecemos en el antiguo Refugio de Gouter, 3.820m. Un buen momento en el que calzarse los crampones nuevamente para unir los escasos 300m. De distancia que separan el viejo del nuevo refugio, por no llamarlo, Hotel de Alta Montaña de Gouter.
La estrategia era clara, esperar a nuestros compañeros, mientras desayunábamos algo y recargábamos agua (pagando). Al entrar, hay un gran algarabío, todo el mundo preparándose con los pocos huecos existentes que hay. Después de que me cobren 18€ por dos botellas de agua de litro y medio y un pésimo café doble… aprovechamos a su vez para hacernos fotos con dos alpinistas profesionales, que hoy hacen de guías, Jordi Tosas y Ferrán Latorre, los cuales nos felicitan al saber el camino que ya llevamos recorrido.
“Merçi beaucoup, Au Revoire!!” nos están echando.
Son algo más de las 3:00am y nos están mandando a la calle, los compañeros siguen sin llegar. Aprovechamos a prepararnos para el ataque, montamos cordada, nueva mirada hacia el refugio viejo de Gouter, aún no han llegado, en la calle no nos podemos quedar, así que sin más remedio decidimos comenzar el ataque a cima.
Lo primero que tienes enfrente es una loma totalmente redondeada, inconfundible, eso es Dôme du Gouter, 4.304m. Se salvan otros 400m+ hasta dar con ello, la progresión es fácil, la huella está bien marcada, y llevamos muchas cordadas por delante, a las cuales vamos rebasando sin querer.
Llegamos al alto, nos llevamos sorpresa, al saber que debemos perder algo de altura hasta un gran collado, no estamos para regalar metros positivos….
Nueva parada larga para comer e hidratar, antes de quitar los 100m+ que te suben al Refugio de emergencia de Vallot, 4.330m. 10:40h.
Este refugio del que tanto y tanto se oye a hablar, con olor a vómito, lleno de mantas de emergencia y abarrotado de alpinistas con mal cuerpo. De primera evitamos entrar, pero los dos caemos en la cuenta en que hace frío, y somos los únicos de todo el Montblanc que estamos subiendo tan solo con un polar (y una térmica larga interior), vamos perfectamente equipados para evitar el frío, y estamos haciendo el tonto. El plumas (primaloft) y los guantes gordos entran a escena, el confort térmico rápidamente se hace notar.
Miras hacia la cima, la tienes ahí delante, parece cerca pero no lo está. Deseas quitarte de un tirón los 500m+ y los 1,5km de distancia que quedan hasta lo alto.
Pero no, el tiempo corre lento, la montaña cambia, se vuelve fiera desde este punto, la pendiente sin descanso, hasta la entrada en la Arista de Les Bosses. No más de medio metro de ancho “de camino”, que no permiten fallo, a la derecha tienes un tobogán inmenso a Italia, a tu izquierda otro parecido pero a Francia, aquí no hay lugar a error. Me siento algo exhausto, pido altura a mi compañero. “4.600m!!! ya casi lo tenemos!”
“No puede ser, cada vez está más lejos la cima? Como es posible, que de cinco pasos y me agote?” pienso para mis adentros.
Miro para adelante, noto frío, pienso que los demás irán parecido a mí, no estoy en lo erróneo, nos acercamos a cordadas que van por delante.
Comienza el alba, miras a la derecha, hacia Italia, la sombra cónica de la montaña se proyecta sobre el valle. Una imagen vale más que mil palabras… Rocher de la Tournette, 4.700m. 11:40h, último escollo.
“No queda ya casi nada.” Me digo a mi mismo, pese a ello, veo que doy cuatro pasos y debo pararme a descansar apoyado en el Piolet, esto me lleva algo a la desesperación.
Otro paso más, y otro paso más… cada paso por corto que sea, te va acercando siempre a tu objetivo. Veo gente cerca, tengo hambre y noto frío en las manos, se me ha congelado la funda del teléfono móvil y el tubo del agua del camelback está a su vez tiritando.
Levanto la cabeza, tengo miedo y un escalofrío recorre todo mi cuerpo, justo cuando me doy cuenta que hemos llegado a la cima, que estamos en el techo de Europa Occidental, me abrazo con fuerza a mi compañero, la emoción se desborda.
Doce horas después de haber salido desde el valle… Montblanc 4.810m.